4.10.05

Mahatma Gandhi -- El coraje del diálogo y la no violencia

Estaba visitando Raj Ghat, donde había sido cremado el Mahatma Gandhi, el padre de la independencia india. En alguna parte un ave cantó. Había un bosque en las cercanías, y las ardillas corrían a través de sus exuberantes y verdes matorrales. El área era un espacioso y bien cuidado altar de la no violencia. Mientras ofrecía flores ante la plataforma de piedra negra que constituye el monumento de Gandhi, incliné mi cabeza en señal de reverencia. Yo reflexioné sobre el brillante espíritu de Gandhi. Pensé en sus incesantes luchas para sofocar los fuegos del odio con el agua extraída de las fuentes puras del amor por la humanidad. Y pensé en lo solitario que estuvo en su búsqueda.

"¡Gandhi nos dice que no tomemos represalias contra los musulmanes! ¿Cómo puede él ponerse de su parte? ¡Es imposible Ellos mataron a mi familia, incluyendo a mi hijo de cinco años!". "¿Nos está diciendo que soportemos los ataques de los hinduistas? ¡Es ridículo! ¿No sabe lo que los musulmanes han pasado todos estos años? Después de todo, Gandhi mismo es hinduista, ¿verdad?".

El anciano sabio fue por todas partes, donde quiera que los hinduistas y los musulmanes estuvieran envueltos en ciclos de conflictos y represalias teñidos de sangre. Él pedía el fin de las matanzas. Pero la gente, enloquecida por el odio, consideraba hipócritas o cosas peores a sus intentos por la reconciliación. Ellos demandaban saber de qué lado estaba él.

Pero él no estaba del lado de ninguno. Y, al mismo tiempo, estaba del lado de ambos. Para él, las personas son hermanos y hermanas. ¿Cómo podía él mantenerse como un silencioso testigo de las masacres? Gandhi declaró que él estaba deseando ser cortado en dos si eso era lo que quería la gente, pero no que la India sea cortada en dos. Él quería saber, ¿qué bien podía derivar del odio? Si el odio se respondía con odio, sólo enraizaría más profundamente y se propagaría más. Supongamos que alguien le enciende fuego a la casa de uno y uno responde encendiéndole fuego a la suya, ¡pronto todo el pueblo estaría en llamas! Incendiar la casa del atacante no le devolverá a uno la suya. La violencia no resuelve nada. Involucrándose en represalias uno sólo se hiere a sí mismo.

Pero sin importar con cuánta urgencia Gandhi le insistiera al pueblo que escuchara la razón, los fuegos del odio continuaban ardiendo. En contra de Gandhi, quien estaba solo, había demasiadas personas avivando las llamas. El 20 de enero de 1948 -en realidad 10 días antes de que fuera asesinado- una bomba casera le fue arrojada a Gandhi mientras asistía a una reunión. Este acto de terrorismo fue realizado por un joven hinduista. Afortunadamente, la bomba erró el blanco y Gandhi sobrevivió. El joven fue arrestado. Al día siguiente, varios simpatizantes de la creencia Sij llamaron a Gandhi y le aseguraron que el inculpado no era un sij. Gandhi los reprendió, diciendo que para él no importaba nada si el asaltante era un sij, un hinduista o un musulmán. Sea lo que fuese, dijo él, le deseaba el bien.

Gandhi explicó que al joven le había sido enseñado a pensar que él era un enemigo de la causa hinduista, que el odio había sido implantado en su corazón. El joven creía lo que le había sido enseñado y estaba tan desesperado, tan vacío de toda esperanza, que la violencia le pareció la única alternativa. Gandhi sólo sintió piedad por el joven. Incluso le habló al indignado jefe de la policía para que no hostigara a su asaltante sino que hiciera un esfuerzo por convertirlo a pensamientos y acciones correctas.

Este fue siempre su enfoque. Nadie aborrecía más la violencia que Gandhi. Al mismo tiempo, nadie sabía más profundamente que la violencia sólo puede ser enfrentada con la no violencia. Así como el fuego se extingue con el agua, el odio sólo puede ser derrotado con el amor y la compasión. Algunos criticaron a Gandhi por mimar al terrorista. Otros desdeñaron su convicción, llamándola sentimental y poco realista, una visión vacía.

Gandhi estaba solo. Muchos veneraron su nombre, pero pocos compartieron verdaderamente sus creencias. Para Gandhi, la no violencia significaba un rebosante amor por toda la humanidad, un estilo de vida que emanaba de la médula misma de su ser. Hacía posible la vida, sin ella, él no habría podido vivir siquiera un momento. Pero para muchos de sus seguidores, la no violencia era simplemente una estrategia política, una táctica para lograr que la India se independizara de Gran Bretaña.

Mientras más firmemente buscaba él sus creencias, más profundo se hacía su amor por la humanidad. Este amor hizo que le fuera mucho más imposible ignorar las realidades políticas que configuraban la vida de las personas. Al mismo tiempo, el contacto con estas realidades políticas fortaleció su convicción de que nada es más esencial que el amor por la humanidad. Esto lo colocó, sin embargo, en la posición de ser denunciado tanto por figuras religiosas, que veían su compromiso en el manchado reino de la política como impulsado por una ambición personal, como de los líderes políticos, que lo consideraban ignorante e ingenuo. Debido a que él transitaba el camino medio, el verdadero camino de la humanidad que busca reconciliar las contradicciones aparentes, sus creencias y sus acciones parecían tendenciosas a aquellos que estaban en los extremos.

El siglo XX fue un siglo de guerras, un siglo en el que cientos de millones de personas tuvieron muertes violentas. En la nueva era del siglo XXI, la humanidad debe ser guiada por el principio absoluto de que matar nunca es aceptable o justificado -bajo ninguna circunstancia. A menos que comprendamos esto, a menos que promovamos ampliamente e implantemos profundamente la comprensión de que la violencia nunca puede ser utilizada para defender las creencias, no habremos aprendido nada de las amargas lecciones del siglo XX.

La verdadera lucha del siglo XXI no es entre las civilizaciones, tampoco entre las religiones. Será entre la violencia y la no violencia. Será entre la barbarie y la civilización en el más verdadero sentido de la palabra. Hace más de medio siglo, Gandhi buscó romper los ciclos de la violencia y las represalias. Lo que nos distingue de las bestias, dijo él, es nuestra continua lucha por el automejoramiento moral. La humanidad está en una encrucijada y debe elegir, afirmó él, entre la violencia (la ley de la selva) o la no violencia (la ley de la humanidad).

El coraje siempre es requerido para transformar el mal en bien. Este es el momento para que cada uno extraiga ese coraje: el coraje de la no violencia, el coraje del diálogo, el coraje para escuchar lo que no quisiéramos escuchar, el coraje para contener el deseo de venganza y ser guiados por la razón.

La violencia nace de un espíritu herido: un espíritu consumido y cubierto por el fuego de la arrogancia; un espíritu astillado y desgastado por la frustración de la impotencia; un espíritu reseco por la insaciable sed de significado en la vida; un espíritu marchito y disminuido por sentimientos de inferioridad. La ira que resulta de un autorrespeto herido, de la humillación, estalla como violencia. Una cultura de violencia, que se deleita sometiendo a otros apabullándolos y golpeándolos, se propaga por toda la sociedad, a veces amplificada por los medios. El líder de los derechos civiles americanos, doctor Martin Luther King, h, fue un estudiante de la filosofía de Gandhi. Él declaró que una persona cuyo espíritu está confundido no puede practicar verdaderamente la no violencia. Ha sido mi esperanza que la luz de la India -un país conocido en el Oriente desde tiempos antiguos como "la tierra de la luna"- ayude a propagar el espíritu de la paz, así como los frescos rayos de la luna brindan balsámico alivio del desesperante calor del día. De un corazón curado y pacífico, nace la humildad; de la humildad, nace la voluntad por escuchar a otros; de la voluntad de escuchar a otros, nace la comprensión mutua; y de la comprensión mutua, nacerá una sociedad pacífica.

La no violencia es la más elevada forma de humildad; es el coraje supremo. La esencia de las enseñanzas de Gandhi fue la intrepidez. El mahatma enseñó que "el fuerte nunca es vengativo" y que sólo el valiente puede involucrarse en el diálogo .

4 Comments:

At 8:55 a. m., Anonymous Anónimo said...

El peor enemigo del crecimiento y prosperidad del hombre, son las ciegas pasiones del propio hombre.

 
At 12:35 a. m., Blogger J said...

Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.

 
At 12:37 a. m., Blogger J said...

No sólo la violencia material, física, debemos desterrar de la política. La violencia discursiva también es una vigorosa enemiga de una política sana y constructiva.

 
At 6:27 p. m., Anonymous Anónimo said...

LA RAZÓN ES LA FUERZA DE LOS VALIENTES

 

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